sábado, 18 de abril de 2009

Entrevista a Krzysztof Penderecki, compositor, director y Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2001




18/04/2009

La Vanguardia ya no existe”


Krzysztof Penderecki es reflexivo. Calcula cuidadosamente cada respuesta, y marca largas pausas para acometer cada frase. Pese a los años, su inglés sigue poseyendo el característico acento polaco que le otorga una sonoridad especial. No deja ni una palabra al azar, y como buen compositor, es orgulloso. Huye de las polémicas en torno a él, y contesta a las preguntas a su manera. Busca sentencias, grandes frases que dejar al lector huyendo de banalidades. Con motivo de los conciertos ofrecidos al frente de
la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en Avilés y Oviedo, nos concede una entrevista donde repasa su carrera.



Maestro, bienvenido a ‘su’ orquesta

Muchas gracias, realmente siempre es una satisfacción estar al frente de esta formación.

Desde la concesión del Premio Príncipe de Asturias, ha sido una parada obligatoria

No sé si la palabra es ‘obligatoria’… Es un auténtico placer ponerme al frente de orquestas tan preparadas como la OSPA. Aquí he interpretado muchas de mis composiciones, y realmente siempre he salido muy satisfecho con los resultados.

Usted es un compositor realmente difícil de tocar

Bueno, supongo que como todos. Sí es cierto que obras mías de los años 60 son difíciles, más que para el intérprete, para el director, ya que tiene que estar atento a muchas cosas.

Usted dirige sus propias obras

Sí. Hace tiempo era más normal que un compositor se pusiese al frente de las orquestas para llevar sus obras al escenario. He aprendido mucho en el podium de dirección, multitud de respuestas de los músicos y de posibilidades instrumentales y acústicas que después he aplicado en mis composiciones. Sin embargo, he de decir que hay otros directores que me encantan a la hora de abordar mi obra, como Lorin Maazel, Antoni Wit o, más recientemente Gustavo Dudamel.

Concretamente, presenta en Oviedo una obra, ‘Polymorphia’, que se enmarca en una estética vanguardista que paulatinamente ha ido abandonando hacia planteamientos neorrománticos.

Es que llegó un momento, allá por la década de los setenta, en el que me di cuenta de que no podía seguir haciendo más obras en ese estilo. Es cierto que ‘Polymorphia’, ‘Treno por las víctimas de Hiroshima’ o la ‘Pasión según San Lucas’ marcaron una época, pero sentí una necesidad de evolucionar, de ir más allá. Y en ese sentido, las posibilidades estéticas que ofrecía esa manera de componer eran ya muy limitadas.

¿Es cierto que incluso pensó en eliminar de su catálogo ‘oficial’ obras como la ‘Pasión’?

Eso es algo de lo que se ha discutido mucho. Yo nunca reniego de mis obras, y menos de la ‘Pasión según San Lucas’, que tantas satisfacciones me ha dado desde su estreno. Se ha convertido en una obra muy querida por el público y muy demandada en conciertos.

A pesar de la polémica con la que nació

Que yo no busqué, eso quiero dejarlo claro. Compuse la ‘Pasión’ como un homenaje a Bach, y de hecho utiliza el motivo basado en su nombre. Luego, en plena guerra fría se quiso ver como un golpe en la mesa de un polaco contra el régimen soviético, y el mundo occidental lo tomó como bandera de unos planteamientos políticos de los que siempre he huido, porque no me interesan esos mundos.

Independientemente de la estética del momento, sus composiciones son tocadas y grabadas constantemente ¿Se considera un compositor afortunado?

Realmente no es fácil estar tan presente en la vida orquestal mundial tan asiduamente. No voy a ser mentiroso y decir que no me interesa la acogida del público, porque vivo de eso, aunque nunca renunciaría a mis convicciones musicales por el éxito inmediato.

Sin embargo, ahora que se le puede enmarcar como ‘neo-tonal’, sus últimas obras llegan a un sector más amplio, que no comulgaba con las vanguardias de mediados de siglo

Puede ser. Sin embargo, yo creo que, igual que mi música ha evolucionado, el público tampoco ha permanecido inamovible los últimos 50 años musicales. No creo que se pueda hablar de concesiones mías hacia el público buscando el aplauso. Es más, no creo que la palabra ‘neo-tonoal’ sea aplicable a mi obra.

¿Por qué?

No creo en las etiquetas, no me corresponde a mí decir “éste compone así” o “éste compone de aquella manera”. Yo no sigo un patrón, ya no estamos en la época en la que la escuela de Darmstadt establecía las verdades únicas y universales. Ya no existen.

Pero usted las siguió…

No se me podrá acusar de ser el más dogmático de una época -mediados de siglo XX- casi dictatorial en cuanto a música se refiere. Yo componía mis obras, pero no podía permanecer ajeno a la época en la que vivía. Es más: fui de los primeros en renunciar a ellas y apostar por el romanticismo como un elemento perfectamente válido.

Una vía alternativa era la electrónica…

En aquella época todas las posibilidades se agotaban rápidamente. Tanto, que incluso los instrumentos convencionales ya no ofrecían la respuesta que se necesitaba. Y surgió la posibilidad de la música electrónica. Los laboratorios evolucionaban de una manera pasmosa, ofreciendo nuevos sonidos que hoy pueden parecer ridículos, pero que en aquel momento nos fascinaban. Yo mismo trabajé con la electrónica.

Aunque la abandonó

Sí, porque la evolución que siguió no era la que yo creía. Los laboratorios se desarrollaron buscando nuevos caminos que a mí no me interesaban y no me servían para componer, que al fin y al cabo era lo más importante. La electrónica se convirtió en un fin, y no en el medio para la creación. Huí de todo aquello.

Su evolución musical es muy amplia, recoge muchas influencias.

En este tiempo mis variaciones han sido numerosas, incluso siete u ocho etapas, ya que no he permanecido en la misma estética, y el momento clave de mi carrera es cuando en los años cincuenta me involucré en los movimientos de Vanguardia. Trabajaba en un estudio de música electrónica y esto hizo que cambiara todas mis ideas sobre la música y encontrara mi punto de partida. La Vanguardia tuvo mucha importancia en Europa, pero, como todo, tiene su principio y su final, y entonces me interesé por la música postromántica, del 1976 a 1982, y de nuevo comencé el proceso de búsqueda. Desde mediados de los ochenta mi música ha permanecido más estable, aunque sigo buscando.

¿Ya no existe la Vanguardia?

Como concepto que implicaba una determinada forma de hacer música, no. Lo que se llama Vanguardia, en este momento, repite lo que descubrimos hace muchos años

Siempre ha planteado la idea de las 9 sinfonías como el número máximo.

Desde Beethoven, el número 9 ha estado ligado a las sinfonías. Es cierto que, desde el principio, me planteé mi carrera sinfónica con el 9 como objetivo. La planificación siempre ha estado ahí, aunque luego la vida va llevándote por diferentes caminos.

‘Las siete puertas de Jerusalem’ nació como un oratorio y al final la numeró como su séptima sinfonía.

A eso me refiero cuando hablo de los diferentes caminos. Nació como un encargo de la ciudad de Jerusalén para celebrar el tercer milenio de su creación y se estrenó allí en 1997, con las orquestas de Jerusalén y de la Radio de Baviera dirigidas por Lorin Maazel. El número siete estaba muy presente en toda la obra: eran 7 las puertas de Jerusalem (la octava puerta, dorada, está reservada según la tradición judía a la llegada del Mesías), eran siete los movimientos que formaban el oratorio, y se estrenó en el 97. Por su calidad y aceptación, vi claro que debía llevar el siete en el orden de mis sinfonías, aunque la sexta no la había terminado.

La religión es una constante en su obra, sin embargo, tampoco se adscribe a las normas de la Iglesia Católica.

Yo soy compositor, no clérigo. Mi obra expresa necesidades que siento en cada momento, Hay mucha religión en mi obra, porque desde pequeño ha habido mucha religión en mi vida, es un elemento más. Y no voy a negar que se ha convertido en un pilar composicional: ahí están las obras basadas en los Salmos de David, en Jacob, el ‘Réquiem Polaco’…

¿La crisis internacional afecta a la música?

Lamentablemente, la cultura es de las primeras que se resiente en momentos de crisis. Los conciertos cuestan dinero, y si la gente no puede pagarlos, no va y no hay ingresos para acometer nuevos proyectos. Sin embargo, también es cierto que en épocas de depresión la música es el refugio de muchos para olvidar sus penas.

¿Y a la composición?

La creación siempre se refuerza en momentos difíciles. Los grandes baches siempre han llevado consigo épocas de enorme calidad artística en todas las disciplinas.



N. del A.: Todo un personaje, un genio en la definición más extensa de la palabra. La entrevista se realizó por teléfono y por dos veces estuvo a punto de colgarme, porque no se sentía cómodo con las preguntas (el momento crítico llegó con Darmstadt y mi afirmación de que siguió sus preceptos. Lo cual es verdad). Pero ya se había escabullido un año antes de estas mismas preguntas en una conferencia en la Universidad previa a su concierto de la Octava Sinfonía, en la que en el turno de preguntas los alumnos nos tiramos 'al cuello'. Esta vez no podía dejarle escapar.

Por cierto: nótese cómo rechaza cualquier etiqueta, pero algunas preguntas más tarde él mismo se encasilla en grupos postrománticos. Con todo, uno de los más grandes, y que en la entrevista sentencia verdades como puños.

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