viernes, 16 de diciembre de 2011

Notas al programa: Conciertos del Auditorio. Oviedo Filarmonía & Fernando Arias (percusión)




Farangis Nurulla-Khoja: Parparon for orchestra

Farangis Nurulla-Khoja es una joven compositora (nació en 1972) cuya diversidad de raíces (originaria de Tayikistán. pero con nacionalidad sueca y canadiense) otorgan a su obra un particular bagaje que la hace única. Conocida en nuestro país tras resultar ganadora del III Certamen de Composición Magistralia en 2008, su obra busca una inmersión en lo desconocido, una búsqueda de “sonidos no escuchados y formas nunca vistas”, según declara ella misma. Para Nurulla-Khoja –formada n Gotemburgo, San Diego (California) y el IRCAM– la música parte del lenguaje poético, que se encuentra por encima de cualquier sonido más o menos comunicativo, y encuentra su complemento ideal en la danza.

Parparon es una ventana abierta a la imaginación de la artista. Estructuralmente, encontramos siete frases, cada una de las cuales es reinterpretada a través de diferentes elecciones de timbres y acordes. La obra huye de la reproducción exacta, jugando con estos parámetros para crear un todo musical en el cual el timbre se fusiona con la textura musical que lo envuelve para erigir en cada frase una nueva e independiente creación.


Tobias Broström: Concierto ARENA para percusión y orquesta

Tobias Broström (Helsinborg, Suecia, 1978) es ya una figura clave en la composición de su país. Habiendo cursado estudios de percusión, es de entender su especial atención a composiciones como la que hoy escuchamos. Su concierto Arena para percusión y orquesta fue escrito en 2004 con la colaboración del percusionista  Johan Bridger, que la estrenó el 6 de mayo de 2004 con la Orquesta Sinfónica de Malmö bajo la dirección de Christoph König.

La obra comprende dos movimientos, cada uno de los cuales está dividido en distintas secciones claramente delimitadas. Broström utiliza una gran cantidad de instrumentos de percusión situados, según indica el propio autor, en diferentes lugares o estaciones del escenario. Entre ellos, el solista se desplazará de uno a otro, evocando el título del concierto: Arena, tomado en su sentido de gran espacio, de ruedo. Cada estación posee sus propios grupos instrumentales buscando que cada una de las secciones de la partitura posea su propio sonido único.
El primer movimiento se abre con el solista situado al fondo, emplazado entre la sección de percusión del tutti orquestal y los timbales. Una segunda estación, con el solista en el frente del escenario, incluye un waterphone, un instrumento de metal formado por barras de diferentes tamaños que son tocadas con un arco. La larga sección que da comienzo al segundo movimiento está dominada por la marimba, situada de nuevo en frente, que constituye la tercera estación. Para la última, que da por concluido el concierto, el solista volverá al combo de percusión del comienzo, apoyado por más percusionistas, en una explosión que el propio autor denomina como “pirotecnia sonora”.


Antonín Dvořák: Sinfonía nº 8 en Sol Mayor

Imbuida del espíritu de bohemia, la octava sinfonía de Dvořák fue compuesta en 1889, y estrenada en Praga un año más tarde, para celebrar la entrada de su autor en la Academia de Bohemia para Estímulo del Arte y la Literatura, y presentada en 1891 tras su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cambridge. Supone la vuelta del Dvořák más comprometido con el nacionalismo y la reivindicación de la música checa.

El primer movimiento se abre con un tema en Sol menor en cellos, clarinetes, fagot y trompa, interrumpido por un alegre material a cargo de violas y cellos. Hay en todo el movimiento un carácter cambiante de menor a mayor que también se encuentra cuando nos introducimos en el segundo. Los tres bemoles de la armadura llevarían a pensar en Mi bemol Mayor y su lógico paso al relativo Do menor. Sin embargo, una feliz melodía en Do Mayor en flauta y oboe irrumpe rompiendo el academicismo, resaltando el carácter ambiguo y contrastante de toda la obra
El alegre vals del tercer movimiento, que vuelve a Sol menor, posee también su sección divergente en el preceptivo trío central, extraído de la ópera Los amantes obstinados del mismo autor, escrita en 1874 y estrenada en 1881.
Las trompetas anuncian el final. Su potente entrada en el cuarto movimiento es seguida por un gentil y lírico tema a cargo de los cellos, que se convertirá en el sujeto de una serie de variaciones que no escaparán a elementos más siniestros que romperán la calma.
Una vuelta al tema lírico principal precede a la excitación con la que se cierra la sinfonía, con la orquesta alentada por la potencia y vitalidad de las trompas.

Alejandro González Villalibre


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