sábado, 25 de enero de 2014

Don Giovanni: Don Juan vuelve a la vida

Publicado en Asturias Diario el 25 de enero de 2014


Los mitos son lo que son por su capacidad para pervivir en la mente de la gente durante siglos, generando todo un mundo evocador a su alrededor y sirviendo de inspiración más o menos consciente a cuantos artistas se enfrentan al reto de crear algo nuevo. Este es el caso del libertino por excelencia, ‘Il dissoluto’, Don Juan. El último título de la Temporada de la Ópera de Oviedo supone la recuperación de la producción del ‘Don Giovanni’ de Mozart que cosechó un gran éxito en 2009 con un reparto encabezado por Rodion Pogossov, Simón Orfila, Virginia Tola, María José Moreno y Ievgen Orlov. En el foso Ávaro Albiach para una producción que se estrena mañana a las 19 horas, y que será continuada los días 28, 30 y 1 de febrero (en horario habitual de 20 horas). Además, el segundo reparto tendrá su oportunidad el día 31.

El tema para esta nueva ópera fue sugerido por el libretista Lorenzo da Ponte, sacerdote ilustrado, simpatizante de las avanzadas ideas que por aquel entonces comenzaban a aflorar, y amigo de juergas y aventuras amorosas. Como libretista, Da Ponte era el más cotizado en una Viena donde florecían los grandes compositores operísticos: desde Antonio Salieri hasta ‘il spagnolo’ Vicente Martín y Soler, todos solicitaron sus textos. Amigo de las ideas que dieron origen a la Revolución Francesa, y asiduo lector de Jean- Jacques Rousseau, encontró en Mozart el compañero ideal para impregnar de un grado de subversión cada colaboración para la escena. La alianza, que comenzó en 1786 poniendo música a una obra teatral de Beaumarchais por entonces prohibida (‘Le marriage de Figaro’), tendría dos capítulos más con el ‘Don Giovanni’ y, por último, con la divertida y cínica farsa ‘Così fan tutte’ (1790).

La idea de la muerte domina toda la representación. Más aún: la ópera comienza con un asesinato en escena -algo poco común y un elemento más de transgresión para la época- y finaliza con el castigo al libertino, que es arrastrado a los infiernos en medio de una música y un texto terribles. A pesar del ‘lieto fine’ -final unificador que devuelve el orden tras la tragedia, y que durante el romanticismo fue suprimido- el dolor y la violencia unifican la obra. Pero no se trata de una violencia física, sino psicológica. Don Giovanni somete a los que le rodean a un auténtico tormento por medio del sarcasmo, la desesperanza y la angustia. Su forma de actuar determina la aparición de una contrafuerza similar, una némesis encarnada en Donna Anna, que se constituye en la inductora de la acción en signo contrario, llevando a la historia a una polarización extrema entre los dos personajes.

Desde la obertura se marca el carácter de ‘drama giocoso’ con el que Mozart bautizó a su nueva obra. Su estructura bipartita anuncia los dos polos –comedia y drama- por los que va a transcurrir en un complicado equilibrio el resto de la representación. La idea de presentar temas que más tarde se van a volver a escuchar era realmente innovadora para la época. En el caso del comienzo, se adelanta lo que al final de la ópera será la entrada de la estatua del Comendador cantando “Don Giovanni, a cenar teco...”, otorgando al conjunto un carácter circular.

Este carácter complejo necesita un reflejo en la dirección de escena para poder mostrar todos los matices del texto, y guiar al espectador por un extensísimo reparto y una multitud de escenarios, desde palacios a un cementerio. En una coproducción de la Ópera de Oviedo y el Theatermagdeburg, el encargado de firmar la escenografía es Alfred Kirchner. Este director alemán firmó también otra producción que fue repuesta y que se convirtió en una de las más espectaculares y aplaudidas de la historia reciente del ciclo operístico ovetense: el ‘Tristán e Isolda’ de Wagner.

El estreno en Praga fue un éxito rotundo. La ciudad que aplaudió a rabiar ‘Las bodas de Fígaro’, que bautizó a su trigésimo octava sinfonía, y en la que Mozart encontró la comprensión y el cariño que nunca había encontrado en Viena, fue la que acogió el estreno de ‘Don Giovanni’ el 29 de octubre de 1787. El empresario del teatro envió a Da Ponte una nota de lo más elocuente: “¡Viva Da Ponte, viva Mozart! Mientras vivan, nunca se sabrá lo que es la miseria teatral”. El resto de representaciones no le fueron a la zaga, y el furor de la ciudad por su compositor era tal, que pedían a Mozart que se quedase para componer una nueva ópera. Pero la vuelta a Viena era inevitable. El interés del Emperador José II por el ‘Don Giovanni’ crecía por momentos a medida que llegaban a sus oídos las maravillas que se hablaban de esta nueva obra. Con algunas modificaciones, como la adición de nuevas arias y dúos al contar con un reparto más brillante, Mozart presentó su creación ante los vieneses el 7 de mayo de 1788 y, como siempre, fue acogida cuanto menos con frialdad por parte del público de la capital imperial. La opinión general se resume en el comentario del emperador: “La ópera es divina, casi más bella que el ‘Fígaro’, pero no es manjar para los dientes de mis vieneses”, a lo que Mozart contestó sin inmutarse: “Démosles tiempo para masticarlo”.

Y el mundo no tardó en masticar y digerir este hito. ‘Don Giovanni’ fue calificada por Rossini como “la mejor ópera de la historia”, y fue inspiradora de numerosos textos de literatos y filósofos, desde Goethe –quien, fascinado por el carácter de la nueva música de Mozart, declaró que él habría sido el único capaz de poner música a su ‘Fausto’- hasta Hoffmann o Kierkegaard. Oviedo es una ciudad ciertamente poco ‘mozartiana’ (ya se sabe, Oviedo es ‘romántico’), y se refleja en el histórico de temporadas, que desde 1948 nos revela que la historia del libertino sevillano sólo se ha representado en tres ocasiones (2 funciones en 1996, cinco en 2009 y otras cinco en el presente 2014).


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