sábado, 13 de diciembre de 2008

Entrevista a José Manuel Zapata, tenor




13/12/2008

"El Campoamor cambió mi vida"

José Manuel Zapata y el público ovetense se conocen bien. Desde su debut en 2002 con ‘Il turco in Italia’ hasta su última actuación en 2006 con ‘Il viaggio a Reims’, año en el que fue premiado como ‘tenor revelación’ en los Premios Líricos ovetenses, la carrera de este granadino de sonrisa perenne y contagiosa vitalidad ha sido meteórica. Vine de debutar en el Metropolitan con el mismo papel que presentará en Oviedo: el Conde de Almaviva de ‘El barbero de Sevilla’.


¿Se le puede seguir llamando ‘promesa’?

Ya no, eso se acabó. A mis 35 años ya no existen las ‘promesas’. Somos buenos o malos, pero las promesas son la gente del segundo reparto, con voces magníficas y todos jovencísimos, ya que ninguno pasa de los 30 años.

Entonces le llamaré ‘tenor rossiniano’…

(risas) Sí, por todo lo que he cantado podría decirse que sí. Rossini es el 90 por ciento de mi repertorio. No podemos decir que sea ‘belcantista’, porque he hecho muy poco de otro ‘bel canto’. Casi todo lo que he cantado ha sido Rossini.

¿Por qué no se considera belcantista?

No puedo considerarme un ‘belcantista’ del otro tipo, casi no he cantado Donizetti o Bellini, excepto algún título como ‘Don Pasquale’ o ‘La Sonámbula’.

Háblenos de su relación con el Campoamor

Le tengo un especial cariño. Siempre digo que debuté aquí como profesional, en 2002 con Alberto Zedda dirigiendo ‘Il turco in Italia’. Fue un giro radical. Este teatro cambió mi vida.

Su carrera meteórica va muy ligada a la figura del Maestro Zedda

Yo cantaba en el coro de Valencia, donde me dedicaba a cantar en diferentes conciertos con mis compañeros. Sí hacía talleres de ópera, pero no era un profesional. Zedda me llevó a la Academia de Pésaro, y pasar por allí supuso ir del cero al infinito. Con su apoyo ha ido llegando todo lo demás.

Hasta el Metropolitan

Ha sido la experiencia artística más importante de toda mi vida. Siempre que oigo la música del ‘Barbero’ me retrotraigo a ese momento. He cantado muchos ‘Barberos’ y cantaré muchos más, pero ninguno se podrá igualar a la sensación de cruzar el patio de butacas del Met para decir por primera vez “Fiorello… Olà…”.

¿Sensación de miedo o responsabilidad?

El ver 4500 personas en un teatro es muy impresionante. Pero la sensación es de responsabilidad. Allí han cantado los más grandes de todos los tiempos. El Metropolitan es el templo de la ópera. No hay ningún teatro con mayor importancia en el mundo. Aunque se considera a La Scala de Milán la Catedral, el Met es el ‘Bernabéu’.

Háblenos de la parte cómica del personaje de Almaviva

Es donde más a gusto me encuentro, por mi forma de ser. Siempre digo que es el personaje ideal para mí, porque en la ópera se disfraza, tiene que ser un borracho, imitar voces… como soy una persona muy alegre me veo más en este tipo de papeles que en los de galán.

Se podría decir que donde disfruta es al final del primer acto y al comienzo del segundo

Es que ahí nos lo pasamos bien todos los que estamos en escena. Más de una vez hemos tenido que parar los ensayos por las risas que a nosotros mismos nos provocaban determinados gags, que en esta puesta en escena son muy divertidos.

¿Qué opina del montaje de Mariame Clement?

Mi primer ‘Barbero de Sevilla’ fue vestido de abejorro, en Basilea. Después de eso me curé de espanto. Me he vestido de todo para salir a escena. La producción me parece inteligente, moderna y distinta a lo habitual. No se puede venir al teatro buscando trajes dieciochescos. La gente debe venir con oídos, corazón y alma abiertos, sin prejuicios que puedan distorsionar la experiencia. Luego les puede gustar más o menos, pero lo que es seguro es que todos vamos a dar lo máximo en el escenario para hacer la producción lo más creíble posible.

Además del apartado cómico, Almaviva exige mucho vocalmente

Sí, es una ópera donde se canta muchísimo. Excepto en un momento del primer acto, Almaviva no sale de escena. Aunque la ópera hace referencia en su título a Fígaro, el barbero, debería de llamarse ‘El conde Almaviva’.

El reparto principal aglutina a viejos conocidos

Somos amigos. Pietro Spagnoli (Fígaro) y yo cantamos juntos ‘La Scala di Seta’ en Berlín y ‘Don Pasquale’. Bruno de Simone (Bartolo) y yo coincidimos en ‘La Cenerentola’. Con Silvia Tro no había cantado nunca, aunque la conocía. Y por último está en Oviedo mi amigo del alma, Simón Orfila (Don Basilio). El ambiente es estupendo, y eso siempre ayuda.

¿Ha visto en acción al reparto joven?

Son chicos entusiastas, gente con muy buenas voces. Me han sorprendido mucho, por su homogeneidad y porque su calidad no desmerece en absoluto al primer reparto. Va a ser una gran sorpresa para el público. Poseen una frescura que con el paso del tiempo todos vamos perdiendo. Hasta yo, que hace muy poco tiempo estaba en su situación, ahora soy más reflexivo y busco el porqué de cada una de las cosas que hago. Su espontaneidad, emoción e inocencia juegan a su favor.


(Foto: Iván Martínez)

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