sábado, 20 de diciembre de 2008

Ramón Barce, compositor y maestro, in memoriam




20/12/2008

Sólo valoramos lo que tenemos cuando lo hemos perdido. En un país que no reconoce a sus genios, en una sociedad que desprecia la cultura día tras día con una rotundidad pasmosa, se han hecho tristemente habituales las despedidas de los grandes creadores por la puerta de atrás en los medios de comunicación. El pasado domingo fallecía el compositor Ramón Barce a los 80 años de edad, icono musical de la Generación del 51, y la historia se repite: la figura de Barce y su labor por la vida musical España nunca ha sido lo suficientemente reconocida y valorada. Muestra del aprecio que el mundo musical sentía por Barce es la colocación de su capilla ardiente en la sede de la SGAE, por la que desfilaron los grandes nombre de la cultura y personas anónimas, admiradores todos de la obra de un músico, pero además de un humanista completo.

Barce en La Granda (Foto: Elena Martín)

En Asturias, las visitas del Maestro a los cursos de verano de La Granda eran imperdonables, pese a los achaques propios de la edad. Aquí, junto a su mujer Elena, disfrutaba de una tierra a la que quería y en la que se sentía a gusto, e impartía sus conferencias emanando sabiduría en cada frase, siempre con su particular sentido del humor, que jamás perdió.

En su haber como compositor pueden citarse más de 200 obras entre las que sobresalen once Cuartetos de cuerda, seis Sinfonías, un Concierto para Piano y Orquesta, 'Música fúnebre', 'Canadá Trío', 'Parábola', 'Cuarteto Gauss' o 'Residencias'. Barce fue, además, el creador del denominado Sistema de Niveles, con el que cohesionó su catálogo de obras.

La influencia del Maestro Barce en la música española de los últimos 50 años es incuestionable. De su iniciativa surgieron ‘Nueva Música’ (grupo que contribuyó decisivamente en la estética de los compositores españoles) o el ‘Aula de Música del Ateneo’. Su incansable capacidad de trabajo y orden le llevaron a presidir la Asociación de compositores Españoles durante los primeros años de funcionamiento. Y, sobre todo, junto con Walter Marchetti y Juan Hidalgo, se le debe la creación de ZAJ.

ZAJ fue un grupo musical de vanguardia español, creado en el año 1964., cuyo nombre surge de la combinación de tres fonemas característicos del castellano. El grupo se dedicó sobre todo al desarrollo de las músicas de acción. Su gestación tiene una importante influencia del neodadaísmo y del zen, así como del pensamiento del compositor americano John Cage. También se ha vinculado la actividad de ZAJ a la del grupo internacional ‘Fluxus’, y, aunque existen evidentes paralelismos y similitudes, no se puede negar la originalidad de las propuestas ZAJ.

Además de compositor, Ramón Barce era doctor en Filosofía, y autor de diversos textos en los que expuso su concepción sobre sociología o la musicología. Publicó también los libros 'Fronteras de la música' (1985) y 'Tiempo de tinieblas y algunas sonrisas' (1992). Asimismo, tradujo al castellano tratados musicales de Schoenberg, Schenker o Piston, entre otros. Era miembro numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando -con la Medalla número 27- desde su ingreso en 2001, tras pronunciar un discurso titulado 'Naturaleza, Símbolo y Sonido'.

El pasado 16 de marzo Ramón Barce cumplió 80 años. Para celebrarlo, la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) presentó una biografía del compositor además del estreno absoluto de su obra 'Vaso romano'. El maestro madrileño aseguró entonces que si volviera a ser joven, no sabía si sería capaz "de repetir todo" lo que había hecho. El país sufrió "el aislamiento y un retraso enorme". "Queríamos salvar ese bache, además de rechazar la influencia francesa. Éramos seguidores de la Escuela de Viena", recordó Barce.

Este grupo de artistas, además rechazaba el empleo del folclore, que sustituyó por "música seria". "Salir de la influencia del folclore fue difícil. El público era duro de pelar y hasta llegaron a decir que no éramos españoles. Hoy el público ya se ha acostumbrado a que el folclore no hay que maltratarlo, está mejor al natural", precisaba entonces. Barce se decantó por la música al considerar que era "el arte que más expresa abstractamente".

La muerte de Ramón Barce es una pérdida irreparable para la música. Se va un grande. Descanse en paz.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Entrevista a José Manuel Zapata, tenor




13/12/2008

"El Campoamor cambió mi vida"

José Manuel Zapata y el público ovetense se conocen bien. Desde su debut en 2002 con ‘Il turco in Italia’ hasta su última actuación en 2006 con ‘Il viaggio a Reims’, año en el que fue premiado como ‘tenor revelación’ en los Premios Líricos ovetenses, la carrera de este granadino de sonrisa perenne y contagiosa vitalidad ha sido meteórica. Vine de debutar en el Metropolitan con el mismo papel que presentará en Oviedo: el Conde de Almaviva de ‘El barbero de Sevilla’.


¿Se le puede seguir llamando ‘promesa’?

Ya no, eso se acabó. A mis 35 años ya no existen las ‘promesas’. Somos buenos o malos, pero las promesas son la gente del segundo reparto, con voces magníficas y todos jovencísimos, ya que ninguno pasa de los 30 años.

Entonces le llamaré ‘tenor rossiniano’…

(risas) Sí, por todo lo que he cantado podría decirse que sí. Rossini es el 90 por ciento de mi repertorio. No podemos decir que sea ‘belcantista’, porque he hecho muy poco de otro ‘bel canto’. Casi todo lo que he cantado ha sido Rossini.

¿Por qué no se considera belcantista?

No puedo considerarme un ‘belcantista’ del otro tipo, casi no he cantado Donizetti o Bellini, excepto algún título como ‘Don Pasquale’ o ‘La Sonámbula’.

Háblenos de su relación con el Campoamor

Le tengo un especial cariño. Siempre digo que debuté aquí como profesional, en 2002 con Alberto Zedda dirigiendo ‘Il turco in Italia’. Fue un giro radical. Este teatro cambió mi vida.

Su carrera meteórica va muy ligada a la figura del Maestro Zedda

Yo cantaba en el coro de Valencia, donde me dedicaba a cantar en diferentes conciertos con mis compañeros. Sí hacía talleres de ópera, pero no era un profesional. Zedda me llevó a la Academia de Pésaro, y pasar por allí supuso ir del cero al infinito. Con su apoyo ha ido llegando todo lo demás.

Hasta el Metropolitan

Ha sido la experiencia artística más importante de toda mi vida. Siempre que oigo la música del ‘Barbero’ me retrotraigo a ese momento. He cantado muchos ‘Barberos’ y cantaré muchos más, pero ninguno se podrá igualar a la sensación de cruzar el patio de butacas del Met para decir por primera vez “Fiorello… Olà…”.

¿Sensación de miedo o responsabilidad?

El ver 4500 personas en un teatro es muy impresionante. Pero la sensación es de responsabilidad. Allí han cantado los más grandes de todos los tiempos. El Metropolitan es el templo de la ópera. No hay ningún teatro con mayor importancia en el mundo. Aunque se considera a La Scala de Milán la Catedral, el Met es el ‘Bernabéu’.

Háblenos de la parte cómica del personaje de Almaviva

Es donde más a gusto me encuentro, por mi forma de ser. Siempre digo que es el personaje ideal para mí, porque en la ópera se disfraza, tiene que ser un borracho, imitar voces… como soy una persona muy alegre me veo más en este tipo de papeles que en los de galán.

Se podría decir que donde disfruta es al final del primer acto y al comienzo del segundo

Es que ahí nos lo pasamos bien todos los que estamos en escena. Más de una vez hemos tenido que parar los ensayos por las risas que a nosotros mismos nos provocaban determinados gags, que en esta puesta en escena son muy divertidos.

¿Qué opina del montaje de Mariame Clement?

Mi primer ‘Barbero de Sevilla’ fue vestido de abejorro, en Basilea. Después de eso me curé de espanto. Me he vestido de todo para salir a escena. La producción me parece inteligente, moderna y distinta a lo habitual. No se puede venir al teatro buscando trajes dieciochescos. La gente debe venir con oídos, corazón y alma abiertos, sin prejuicios que puedan distorsionar la experiencia. Luego les puede gustar más o menos, pero lo que es seguro es que todos vamos a dar lo máximo en el escenario para hacer la producción lo más creíble posible.

Además del apartado cómico, Almaviva exige mucho vocalmente

Sí, es una ópera donde se canta muchísimo. Excepto en un momento del primer acto, Almaviva no sale de escena. Aunque la ópera hace referencia en su título a Fígaro, el barbero, debería de llamarse ‘El conde Almaviva’.

El reparto principal aglutina a viejos conocidos

Somos amigos. Pietro Spagnoli (Fígaro) y yo cantamos juntos ‘La Scala di Seta’ en Berlín y ‘Don Pasquale’. Bruno de Simone (Bartolo) y yo coincidimos en ‘La Cenerentola’. Con Silvia Tro no había cantado nunca, aunque la conocía. Y por último está en Oviedo mi amigo del alma, Simón Orfila (Don Basilio). El ambiente es estupendo, y eso siempre ayuda.

¿Ha visto en acción al reparto joven?

Son chicos entusiastas, gente con muy buenas voces. Me han sorprendido mucho, por su homogeneidad y porque su calidad no desmerece en absoluto al primer reparto. Va a ser una gran sorpresa para el público. Poseen una frescura que con el paso del tiempo todos vamos perdiendo. Hasta yo, que hace muy poco tiempo estaba en su situación, ahora soy más reflexivo y busco el porqué de cada una de las cosas que hago. Su espontaneidad, emoción e inocencia juegan a su favor.


(Foto: Iván Martínez)

Fígaro vuelve al Campoamor




13/12/2008

Tras 10 años de ausencia del barbero Fígaro, el humor de Rossini vuelve a Oviedo con la ópera buffa por antonomasia. ‘El barbero de Sevilla’ promete calidad musical y diversión a partes iguales: cantantes contrastados, orquesta consagrada y director experto en el repertorio darán vida a la historia de ‘La inútil precaución’, todo ello con una escenografía que se vislumbra, cuanto menos, rompedora. Desde el estreno del próximo martes 16, las funciones se prolongarán los días 18, 20 y 22, con una novedad: el viernes 19 será el turno de un segundo reparto, formado por cantantes jóvenes debutantes en el teatro, que añade un nuevo valor a la producción que han realizado conjuntamente los teatros de Oviedo y Berna.

Foto: Ópera de Oviedo

El 20 de febrero de 1816 se estrenaba en el Teatro Argentina de Roma ’El barbero de Sevilla’ ante una audiencia hostil que tuvo intención de boicotearla desde los primeros acordes de la obertura. Desde el gallinero se levantaban voces, bufonadas, y chistes acerca del libreto de Cesare Sterbini. Además, silbidos, y en ocasiones algunos gemidos y ladridos, interrumpieron algunos de los números. El compositor dirigía la orquesta desde el teclado, tal y como era costumbre en las noches de estreno, y parecía imperturbable ante el alboroto, hasta el punto de levantarse a aplaudir a los cantantes al final de la obra.

El público de Roma interpretaba esta ópera como un acto de impertinencia, ya que la ópera de Paisiello, basada en el mismo argumento y estrenada en 1782, era considerada por los romanos aún entonces con especial reverencia. La obra de Rossini parecía querer provocar una confrontación entre lo viejo y lo nuevo en el marco de la ópera buffa. Evidentemente Sterbini y Rossini se cuidaron mucho en evitar cualquier similitud entre las dos óperas, e incluso las primeras representaciones de la obra de Rossini se hicieron bajo un título distino: ‘Almaviva, ossia l’ínutile precauzione’.

Por todo esto, el estreno de ’El barbero de Sevilla’ supuso uno de los mayores escándalos teatrales de la historia de la ópera. La leyenda habla de un contundente Basilio que dio un traspié y acabó con la nariz ensangrentada, y hasta de un gato negro que al parecer se subió al escenario. Lo que sucedió en realidad no se puede reconstruir con seguridad. Lo único cierto es que la ópera de Rossini tuvo un gran rechazo, a pesar de contar con cantantes de elevada categoría: Geltrude Righetti-Giorgi dio vida a Rosina, y el primer Almaviva fue el legendario tenor español Manuel García, también afamado como profesor de canto y composición.

Pese a estas vicisitudes el público no tardó en reconocer la calidad de la obra. ‘El barbero de Sevilla’ se convirtió en muy poco tiempo en una de las piezas preferidas en los escenarios de todo el mundo, y aún en la actualidad está considerada como la esencia de la ópera buffa. Ya Beethoven sentenció que “El barbero de Sevilla se seguirá representando mientras exista un teatro de ópera”.

El texto del ‘Barbero’ se basa en la obra de teatro homónima de Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais (1732-1799), y es la primera de una trilogía sobre el personaje de Fígaro, que también halló fortuna en su segunda parte, a través de la ópera de Mozart ‘Las bodas de Fígaro’. La obra que completaría el tríptico teatral, ‘La madre culpable’ es hoy la más desconocida para el público

La inaudita popularidad de la obra se debió en parte a los exquisitos cantables del acto I, todos los cuales se han convertido en éxitos operísticos. A partir de la comedia de Beaumarchais, llena de alusiones políticas y sociales que en la versión musical fueron eliminadas, Rossini y Sterbini presentan situaciones y personajes concretos llenos de humor y energía. La electrizante salida a escena de Fígaro (“largo al factotum della città”) o la cavatina de Rosina (“una voce poco fa”) seducen tanto por su centelleante vitalidad como por el virtuosismo que exige a los intérpretes. Además nos encontramos con la inequívoca sensibilidad de Rossini para el humorismo musical. Un ejemplo clásico del refinamiento y el ingenio de los efectos orquestales de Rossini es el ‘Aria de la calumnia’ de Basilio, donde Rossini sigue fielmente al texto para describir el efecto de un bulo extendiéndose de un simple susurro hasta ser ‘vox populi’.

Además, esta ópera es una prueba del dominio orquestal de Rossini, caso único en toda la ópera italiana del siglo XIX. El musicólogo Luigi Rognoni comenta de ella: “Aunque aprovechó algunos modelos presentes en Las bodas de Figaro, Rossini los aplicó a la nueva realidad social del hombre surgido de la Revolución Francesa. El espíritu de la burguesía aparece vívidamente retratado en El barbero de Sevilla. Los personajes de Beaumarchais adquieren un nuevo ritmo, una psicología todavía más terrena y realista: son el espejo de la cotidianidad”.

‘El barbero de Sevilla’ subirá por decimosexta vez a las tablas del Teatro Campoamor en una nueva producción del Stadt Theater Bern y la Ópera de Oviedo, dirigida escénicamente por la directora franco-iraní Mariame Clement. Promete ser rompedora, actual e incluso no exenta de polémica, ya que traslada la acción a una consulta de dentista, que se supone del ‘doctor’ Bartolo. Esta propuesta escénica trata, ante todo, de potenciar los aspectos humorísticos del texto de Sterbini y conectar con un público joven.

Al frente del reparto masculino encontramos a dos auténticos expertos en Rossini: el granadino José Manuel Zapata en el papel del Conde de Almaviva (‘tenor revelación’ en los Premios Líricos del Campoamor en 2006), y el italiano Pietro Spagnoli, uno de los ‘Fígaros’ más demandados y valorados del panorama internacional. La parte femenina queda bien cubierta con la Rosina interpretada por la mezzosoprano valenciana Silvia Tro Santafé, otra voz acostumbrada a las exigencias del compositor de Pésaro.

La OSPA vuelve al foso del Teatro Campoamor, bajo la batuta del valenciano Álvaro Albiach, experto en repertorio rossiniano, y que ya actuó en el Campoamor al frente de la dirección musical de ‘Il viaggio a Reims’ en 2006. La principal novedad de este cuarto título de la temporada es la introducción de una quinta función el próximo viernes con un reparto joven, que trata de presentar nuevas voces al público ovetense, con las localidades a precios reducidos.