La Ópera de Oviedo da un golpe de timón con el tercer título de la Temporada, y mañana sube el telón con la apuesta más arriesgada de la programación, ‘Kát’a Kabanová’ de Léos Jánacek, título que se prolongará durante cuatro funciones, los días 21, 23, 25, 27. Tanto la dureza de su argumento -basado en ‘La tormenta’, un drama de Alexander Ostrovsky que trata con crudeza la infidelidad y el suicidio- como su lenguaje musical expresionista y su idioma (es cantada en checo) parecen, a priori, grandes dificultades para el público ovetense. Sin embargo, la historia de temporadas anteriores demuestra que estas grandes apuestas son los grandes aciertos para una ópera que necesita de novedades en su repertorio como el comer: ahí están los recientes éxitos de las óperas de Richard Strauss, Benjamin Britten, Francis Poulenc o Igor Stravinsky, compositores que aún hoy inexplicablemente son considerados ‘modernos’ en el Campoamor.
Considerada obra de madurez de uno de los adalides del nacionalismo checo de principios de siglo, Léos Janácek, la ópera -es trenada en el Teatro Nacional de Brno el 23 de noviembre de 1921- trata del drama de la joven y sensible Kat’a, quien representa el arquetipo de mujer oprimida por las leyes de su propia moralidad y que ha realizado un matrimonio de conveniencia con un joven dominado por una madre autoritaria. Ahogada por este ambiente opresivo, intentará realizar sus sueños pero su conciencia le impedirá romper con su entorno social y con su matrimonio con un hombre mediocre, débil, frío y totalmente dominado por su madre y por los prejuicios de clase. Kat’a vive el amor rejuvenecedor y adúltero de un hombre que parece comprenderla, pero que no puede decidirse a liberarla y a liberarse él mismo. La violencia natural de una tormenta que estalla a orillas del río despierta en el alma de Katia un temporal, una discordia de los sentimientos tan desgarradora que da fin a su existencia sin salida con un salto en el Volga.
La fuerza de la historia y, sobre todo, la capacidad psicológica de la música escrita por Janácek, que describe tanto la naturaleza y su potencia como las emociones y las evoluciones psicológicas de los personajes en un lenguaje muy cercano al expresionismo, pero complementado -como manda la corriente nacionalista imperante en la música eslava en aquel periodo- con melodías populares, otorgan a la obra un tono sombrío, trágico, aquel que imprime un destino inevitable. Janácek describe el sufrimiento de Kat’a de una manera conmovedora, su gran monólogo final se cuenta entre las escenas de ópera imperecederas.
En su análisis de la obra, el catedrático de Musicología de la Universidad de Oviedo habla de los aspectos musicales más destacables de ‘Kat’a Kabanová’: “Desde el punto de vista vocal, puede desconcertarnos. Aunque presenta grandes monólogos, carece de verdaderas arias. Los personajes se expresan a través de una especie de recitado o recitativo, término excesivamente vago para precisar la extrema diversidad estructural y expresiva que aparece en la obra, y que varía en los distintos personajes”.
Lo cierto, es que el gran mérito de Jánacek en esta obra fue el basarse en un desarrollo motívico, algo aparentemente sencillo, que en sus manos se convierte en complejo, ya que estas variaciones musicales juegan con la melodía, el timbre, la rítmica o las texturas para crear una evolución musical paralela a las transformaciones de los personajes, sus motivaciones o sus estados de ánimo.
Además, sobre toda la obra plantean problemas sociales, prejuicios que pesaban sobre la vida de los habitantes del campo ruso –la historia, pese a cantarse en checo, se desarrolla en la pequeña localidad de Kalinova, a orillas del río Volga, hacia 1860-, y, sobre todo, se encuentra teñida de tintes autobiográficos, reflejando fielmente la relación del compositor con su amante, Kamila Stösslová.
Esta ‘Kat’a Kavanová’ supone, además, la vuelta de Max Valdés al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado tras haber abandonado su titularidad este año, y al foso del Campoamor dos años después de su aplaudida lectura de los ‘Dialogues de Carmélites’ en septiembre de 2008, para un repertorio en el que el maestro chileno se mueve cómodamente. El elenco vocal presenta a intérpretes expertos en esta corriente, encabezados por la soprano Janice Watson en el papel de la sufridora Kat’a, acompañada de Vladimir Matorin como Dikoi, Ludovit Ludha como Boris, Judith Frost como Kabanija y Donald Kaasch como Tijon. La propuesta escénica, firmada por Tim Albery y procedente de la ópera North de Leeds, es austera, opresiva, tratando de generar con sus sombras y sus colores fríos la atmósfera que inevitablemente, junto con el drama, aboque a la protagonista a su triste y aparentemente inevitable destino final.
(Foto: Ópera de Oviedo)
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