sábado, 2 de octubre de 2010

'Il Trovatore', la voz como protagonista





2/10/2010

Drama romántico en su máxima expresión, la producción de ‘Il Trovatore’ de Giuseppe Verdi que el próximo viernes llega a Oviedo procedente del Liceu de Barcelona –y que supondrá la vigésimo primera vez que se represente este título en el Campoamor- propone una lectura desnuda, casi vacía en lo escénico firmada por Gilbert Deflo. Y, sobre todo, dará preponderancia a las voces de Dalibor Jenis (Conde de Luna), Hui He (Leonora), Elisabetta Fiorillo (Azucena) y Walter Fraccaro (Manrico) en cuatro representaciones los días 8, 11, 14 y 17 de febrero. Además, una quinta representación el día 16 recupera por tercer año consecutivo el segundo reparto, con precios populares y voces jóvenes, en concreto las de Damiano Salerno, Carmen Solís, María Luisa Corbacho y Josep Fadó. En el foso, la Oviedo Filarmonía contará también con dos batutas, la de Julian Reynolds en el primer ‘cast’ y Andrés Juncos en el segundo, lo que aportará dos lecturas diferentes en cada elenco.


“Para tener éxito con ‘Il Trovatore’ sólo hace falta una cosa: los cuatro mejores cantantes del mundo”, reza una de las más famosas frases de la historia de la ópera, que algunos atribuyen al tenor Enrico Caruso y otros al director Arturo Toscanini. La importancia de la voz por encima de cualquier otro elemento en esta ópera de Verdi queda de manifiesto desde el momento en que el autor se planteó estrenarla como pieza de concierto, sin escena, ya que creía que sólo con su música podía llegar a crear el espectáculo que buscaba. Así lo ha entendido el escenógrafo Gilbert Defló, que trae a Oviedo la misma versión que se pudo ver en el Liceu de Barcelona la temporada pasada. Una escena basada en telones pintados, en la iluminación, y en la contraposición de colores fríos y cálidos que representan las dos partes del conflicto político que subyace del libreto firmado por Salvatore Cammarano, creado a partir de la obra teatral cumbre del gaditano Antonio García Gutiérrez.

Al año siguiente de ‘Don Álvaro o la fuerza del sino’ del duque de Rivas –obra que también sería adaptada por Verdi para los teatros de ópera- se estrenabaEl Trovador’, de Antonio García Gutiérrez, obteniendo un enorme éxito, mayor que el de ‘Don Álvaro’, porque salpicaba sus escenas en verso y prosa con elementos románticos incorporados a una misterio que mantiene el interés del principio al fin. Los amores del trovador Manrique, hijo de una gitana, y Leonor, pretendida también por el conde de Artal, terminan en el suicidio de la doncella y la muerte del trovador, con la posterior aclaración de la gitana Azucena de que los pretendientes eran hermanos.

La truculenta historia de García Gutiérrez, que incluía todos los tópicos románticos -pasión desbordada y frenética, la brujería, la magia, el oscurantismo, los temas y personajes de la Edad Media y en general cualquier tipo de exceso de emotividad- sirvió de inspiración a Verdi para crear una música de carácter oscuro, tenebroso y nocturno. Desde su primera representación suscitó el entusiasmo del público, convirtiéndose muy pronto en una de las obras más interpretadas y apreciadas de todo el repertorio operístico. Aun así, a lo largo del siglo XX no han faltado las críticas, dirigidas sobre todo contra el libreto de Cammarano, considerado uno de los más caóticos de la historia de la ópera.

Ésta es la segunda ópera del periodo medio de la producción verdiana formada por ‘Rigoletto’ (1851), ‘Il Trovatore’ ( 1853) y ‘La Traviata’ (1853). Las óperas de esta trilogía inician un distanciamiento definitivo respecto de todo lo que suponen las obras del primer romanticismo; si bien ‘Il Trovatore’ es la menos evolucionada de las tres. La típica división por números (recitativo, aria y cabaletta) empieza a no ser esencial, y en las escenas predomina la continuidad. La densa obertura del primer romanticismo deja paso a un preludio más o menos breve. Sin embargo en Il Trovatore la trama continua siendo medieval y existe el típico triángulo amoroso entre un tenor y una soprano, entre los que se interpone un barítono rival.

La obra posee algunos de los momentos más recordados de la historia del género, entre ellos la presentación de la gitana Azucena (“Stride la Vampa”), el coro de gitanos (“Vedi! Le fosche notturne spoglie”), y, sobre todo, la cabaletta de Manrico “Di quella pira”, auténtico ‘tour de force’ para el tenor solista, donde alcanza el agudísimo y ya mítico ‘Do de Pecho’ que Verdi jamás incluyó en la partitura, pero que la tradición lo ha convertido en indispensable.

Los papeles principales en Oviedo están cubiertos por voces contrastadas y de amplia experiencia en este repertorio. Destaca el debut de la soprano china Hui He en Oviedo, y la presencia del tenor italiano Walter Fraccaro una voz que destaca por el brillo de sus agudos, y que en el papel de Manrico tendrá oportunidad de demostrar su valía verdiana ante el público asturiano. Completan el cuarteto protagonista la mezzo Elisabetta Fiorillo en el complicado rol de la gitana Azucena, el más duro en el aspecto psicológico y el que exige una mayor capacidad actoral, y Dalibor Jenis como el Conde de Luna, rival de Manrico.

Estrenado el 19 de enero de 1853, el éxito de ‘Il Trovatore’ fue mucho mayor de lo que se hubiera podido imaginar. El compositor debió salir a escena decenas de veces para ser ovacionado y cubierto de una corona de hojas de laurel entrelazada con cintas rojas.

La Gazzetta Musicale de Roma, tras el estreno de ‘Il trovatore, definió como celestial la música de esta ópera, y comentó así el rotundo éxito:El maestro Verdi ha conseguido un hermoso triunfo, merecido, porque ha escrito un género nuevo e identificado con los caracteres castellanos. El público escuchaba en medio de un silencio religioso todas las piezas, e irrumpía en aplausos en cada intervalo entre un acto y otro. El final del tercer acto y el cuarto entusiasmaron de tal manera que la gente quería a toda costa que se repitieran.

Tras el declive del entusiasmo wagneriano que dio lugar en los años veinte del pasado siglo, al fenómeno cultural de la recuperación de Verdi, Il Trovatorese convirtió en polémico objeto de exagerado desprecio o exagerada admiración. El más absurdo y el más enloquecido de los melodramas, lacerado entre apasionada desesperación y sumaria brutalidad, con una partitura de carácter popular, sin implicaciones psicológicas, se convirtió en el símbolo del primer estilo verdiano, contrapuesto a la estudiada perfección de las posteriores obras maestras basadas en la producción de Shakespeare.

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