Farangis Nurulla-Khoja: Parparon for orchestra
Farangis Nurulla-Khoja es una joven compositora (nació en
1972) cuya diversidad de raíces (originaria de Tayikistán. pero con
nacionalidad sueca y canadiense) otorgan a su obra un particular bagaje que la
hace única. Conocida en nuestro país tras resultar ganadora del III Certamen de
Composición Magistralia en 2008, su
obra busca una inmersión en lo desconocido, una búsqueda de “sonidos no
escuchados y formas nunca vistas”, según declara ella misma. Para Nurulla-Khoja
–formada n Gotemburgo, San Diego (California) y el IRCAM– la música parte del
lenguaje poético, que se encuentra por encima de cualquier sonido más o menos
comunicativo, y encuentra su complemento ideal en la danza.
Parparon es una
ventana abierta a la imaginación de la artista. Estructuralmente, encontramos
siete frases, cada una de las cuales es reinterpretada a través de diferentes
elecciones de timbres y acordes. La obra huye de la reproducción exacta,
jugando con estos parámetros para crear un todo musical en el cual el timbre se
fusiona con la textura musical que lo envuelve para erigir en cada frase una
nueva e independiente creación.
Tobias Broström: Concierto ARENA para percusión y orquesta
Tobias Broström (Helsinborg, Suecia, 1978) es ya una figura
clave en la composición de su país. Habiendo cursado estudios de percusión, es
de entender su especial atención a composiciones como la que hoy escuchamos. Su
concierto Arena para percusión y orquesta fue escrito en 2004 con la
colaboración del percusionista Johan
Bridger, que la estrenó el 6 de mayo de 2004 con la Orquesta Sinfónica de Malmö
bajo la dirección de Christoph König.
La obra comprende dos movimientos, cada uno de los cuales
está dividido en distintas secciones claramente delimitadas. Broström utiliza
una gran cantidad de instrumentos de percusión situados, según indica el propio
autor, en diferentes lugares o estaciones del escenario. Entre ellos, el
solista se desplazará de uno a otro, evocando el título del concierto: Arena, tomado en su sentido de gran espacio,
de ruedo. Cada estación posee sus propios grupos instrumentales buscando que
cada una de las secciones de la partitura posea su propio sonido único.
El primer movimiento se abre con el solista situado al fondo,
emplazado entre la sección de percusión del tutti orquestal y los timbales. Una
segunda estación, con el solista en el frente del escenario, incluye un waterphone,
un instrumento de metal formado por barras de diferentes tamaños que son
tocadas con un arco. La larga sección que da comienzo al segundo movimiento
está dominada por la marimba, situada de nuevo en frente, que constituye la
tercera estación. Para la última, que da por concluido el concierto, el solista
volverá al combo de percusión del comienzo, apoyado por más percusionistas, en
una explosión que el propio autor denomina como “pirotecnia sonora”.
Antonín Dvořák: Sinfonía nº 8 en Sol Mayor
Imbuida del espíritu de bohemia, la octava sinfonía de Dvořák
fue compuesta en 1889, y estrenada en Praga un año más tarde, para celebrar la
entrada de su autor en la Academia de Bohemia para Estímulo del Arte y la
Literatura, y presentada en 1891 tras su nombramiento como Doctor Honoris Causa
por la Universidad de Cambridge. Supone la vuelta del Dvořák más comprometido
con el nacionalismo y la reivindicación de la música checa.
El primer movimiento se abre con un tema en Sol menor en
cellos, clarinetes, fagot y trompa, interrumpido por un alegre material a cargo
de violas y cellos. Hay en todo el movimiento un carácter cambiante de menor a
mayor que también se encuentra cuando nos introducimos en el segundo. Los tres
bemoles de la armadura llevarían a pensar en Mi bemol Mayor y su lógico paso al
relativo Do menor. Sin embargo, una feliz melodía en Do Mayor en flauta y oboe
irrumpe rompiendo el academicismo, resaltando el carácter ambiguo y
contrastante de toda la obra
El alegre vals del tercer movimiento, que vuelve a Sol
menor, posee también su sección divergente en el preceptivo trío central, extraído
de la ópera Los amantes obstinados del mismo autor, escrita en 1874 y estrenada
en 1881.
Las trompetas anuncian el final. Su potente entrada en el
cuarto movimiento es seguida por un gentil y lírico tema a cargo de los cellos,
que se convertirá en el sujeto de una serie de variaciones que no escaparán a
elementos más siniestros que romperán la calma.
Una vuelta al tema lírico principal precede a la excitación
con la que se cierra la sinfonía, con la orquesta alentada por la potencia y
vitalidad de las trompas.
Alejandro González Villalibre
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