sábado, 10 de abril de 2010

'Doña Francisquita'. Zarzuela Grande en el Festival Lírico




10/04/2010

La Zarzuela Grande aterriza en el Campoamor tras dos exitosos títulos que exploraban la vertiente cómica y el género chico. ‘Doña Francisquita’, de Amadeo Vives es una garantía de éxito. Convertida en uno de los títulos más aclamados de la historia de la lírica española, llega de nuevo a Oviedo con una producción nada convencional, que aporta una nueva visión a la historia de amor de Francisca y Fernando, con La Beltrana de por medio, en cinco funciones que se servirán de un segundo reparto en la última de ellas, los días 13, 15, 17, 19 y 20 de abril.

Luis Olmos, autor de la puesta en escena, ha realizado un trabajo de síntesis en los pasajes más reiterativos de los diálogos y ofrece una mirada desde el siglo XXI a un clásico como éste, pero desde el respeto: “Hemos visto muchas versiones y era casi una necesidad personal no repetir”, asegura Olmos. Según su visión, “la protagonista no es una criatura ñoña, aniñada que se hace la tonta”. Sirviéndose de una escenografía muy limpia, que juega con los espacios creados a partir de una serie de marcos articulados que se irán desplazando por las tablas del teatro, y una inteligente disposición de la iluminación, presenta en Oviedo el mismo montaje que el mes pasado se pudo ver en el Teatro de La Zarzuela madrileño.

Esta comedia lírica, en tres actos, con libreto de Federico Romero Sarachaga y Guillermo Fernández-Shaw, basada en la comedia ‘La discreta enamorada’ de Lope de Vega.

Literariamente el argumento presenta la historia del amor de Francisquita por Fernando que ni lo nota, absorbido como está por una cómica -Aurora la Beltrana- que no le corresponde. Francisquita, cortejada por el padre de Fernando se deja querer y lo alerta contra su hijo, logrando, de esta manera, interesarle. En realidad leyendo la celebérrima ‘Canción del ruiseñor’ incluida en el primer acto todo queda explicado, pues “la rosa que languidece de casto amor” es Francisquita, “el ruiseñor” es Fernando, “el zángano zumbador” es Don Matías y “la otra flor” es Aurora. Esta trama principal se desarrolla en un ambiente castizo que capta sensacionalmente el espíritu del pueblo de Madrid tal como lo entendió Vives cuya pretensión con esta obra fue “hacer una Verbena de la Paloma en tres actos”.

Amadeo Vives pertenece a la generación de compositores de zarzuela posterior al núcleo de autores de la Restauración, como Vicente Lleó o Jacinto Guerrero, músicos con un gran dominio técnico del oficio y muy atentos a lo que sucede en Europa. Las influencias de Puccini, Strauss o Wagner se amalgaman en el estilo del catalán con los sones hispanos y la tradición zarzuelística. Vives pretendía con Doña Francisquita realizar una comedia entroncada en las tonadillas del siglo XVIII, que estudió concienzudamente, al igual que los cancioneros antiguos. Para el maestro, Madrid en la música significaba mazurca, bolero y fandango. Pero la sutil orquestación y exuberancia melódica del compositor miraban más hacia el sinfonismo y la ópera europeos que hacia el género chico, estrategia con la que consiguió un gran refinamiento y espectacularidad en el tratamiento de lo popular español.

La gestación de la zarzuela estuvo plagada de vicisitudes, que hoy se convierten en algunas de las anécdotas más célebres de la historia del género. Desde la pérdida del libreto por parte de sus autores en un bar -lo que obligó a reescribir el final de la obra, que pasó de los cuatro actos originales a los tres actuales-, hasta el accidentado proceso de orquestación, en el que Vives, debido a un inoportuno accidente, tuvo que recurrir a la ayuda de colegas: de este modo, Joaquín Turina hizo el final del primer acto, la canción del Ruiseñor y el principio del segundo acto, Conrado del Campo se encargó del dúo de Fernando y Aurora y del final del acto segundo, Pablo Luna orquestó el Coro de Románticos, y Ernesto Rosillo se encargó de un Dúo de Francisquita y Francisca que había en el cuadro primero del tercer acto, pero que el autor lo descartó tras el estreno. Todas estas orquestaciones fueron revisadas y arregladas durante el viaje a América de Amadeo Vives con su compañía lírica.

El éxito de Doña Francisquita fue tal que durante la veintena posterior al estreno recaudó cifras astronómicas para la época. Pero no solo triunfó en el plano económico, sino también en el cultural: en Buenos Aires se realizó una parodia porteña con título ‘Doña Francisquita la maleva’, de Ivo Pelay. Además, se tradujo la obra original al inglés y al francés, y sirvió como modelo para otras zarzuelas grandes, como ‘Luisa Fernanda’ o ‘La chulapona’.

La cantidad de grandes momentos que permanecen en el acervo popular es ingente en ‘Doña Francisquita’. Además de la ‘Canción del Ruiseñor’, el elenco estará a prueba en momentos como el dúo “Le van a oír…”, la ‘Canción de la juventud’, el bolero del Marabú o la romanza “Por el humo se sabe dónde está el fuego”, que popularizó en su tiempo Alfredo Kraus. Tampoco el coro está exento de la responsabilidad que supone interpretar músicas que están en la memoria del aficionado: los coros de Estudiantes y Románticos serán una buena piedra de toque para calibrar a la Capilla Polifónica.

En las cinco funciones que se presentan de esta ‘Francisquita’, las cuatro primeras –las funciones de abono regular- cuentan con un ‘cast’ encabezado por Nancy Herrera (Beltrana), Alex Vicens (Fernando), María José Moreno (Francisquita) y Julio Morales (Cardona). En la quinta función, fuera de abono, todos excepto Herrera serán sustituidos por Carlos Cosías, Sonia de Munck y Emilio Sánchez. En el foso, dirigiendo a la Oviedo Filarmonía, la batuta de Miquel Ortega, recién llegado de las representaciones de esta misma obra en Madrid con gran éxito, aportará la experiencia y el gusto musical que han caracterizado su carrera.

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