domingo, 5 de diciembre de 2010

Notas al Programa, Capilla Polifónica 'Ciudad de Oviedo'. Concierto en Tafalla


CONCIERTO CAPILLA POLIFÓNICA ‘CIUDAD DE OVIEDO’

Domingo, 5 de diciembre de 2010

Iglesia de Santa María- Tafalla (Navarra)

DIRECTORES: Miguel A. Campos, Rubén Díez

SOLISTAS: Maite de la Cal (soprano), Yolanda Secades (soprano), Pedro González (tenor)

PIANISTA: Julio César Picos



La Tabernera del Puerto- “No puede ser” (Sorozábal)

Comenzamos fuerte, con la página más internacional de toda nuestra zarzuela, la romanza de Leandro en La Tabernera del Puerto: “No puede ser”, escrita por Pablo Sorozábal. La romanza recoge el dolor e incredulidad de Leandro, quien la interpreta al ser informado por Simpson que ha sido utilizado por Marola para llevar a cabo la peligrosa misión de rescatar de los acantilados un fardo lleno de cocaína. El joven se lamenta de su desgracia, afirmando que Marola es buena y no le ha utilizado porque también le ama.

Se trata de una de las romanzas más famosas de la lírica española y forma parte del repertorio de todos los grandes tenores españoles, como Alfredo Kraus, José Carreras y, especialmente, Plácido Domingo, quien ha hecho de este tema uno de los momentos culminantes de sus recitales, y que incluso introdujo en los conciertos de ‘Los Tres Tenores’.


La Chulapona- Romanza de Rosario (Moreno Torroba)

La Romanza de Rosario es uno de los puntos culminantes de La Chulapona, zarzuela de Federico Moreno Torroba estrenada en 1934. Alabada por su coherencia desde su estreno, lo popular y castizo son exaltados en esta obra, y así disfrutamos con los chotis, pasacalles, guajiras, habaneras, seguidillas, incluso flamenco que, unidos a números esencialmente líricos, se van desgranando a lo largo de la partitura, sin perder su unidad. Es precisamente el elemento más lírico, que sólo podía surgir del genio de Moreno Torroba, el que escucharemos a continuación como preludio de una de la producción que esta formación acometerá en el Teatro Campoamor de Oviedo en abril de 2011, dentro del XVIII Festival Lírico, consagrado como el segundo más importante de España tras el del Teatro de la Zarzuela de Madrid.


La Tempranica- “Sierras de Granada” (Giménez)

Con la llegada del siglo XX la temática de las zarzuelas se va alejando progresivamente de lo castizo madrileño, para diversificarse a lo largo de toda la geografía española aprovechándose de la inmensa riqueza musical de la península. Uno de los máximos exponentes es el de Gerónimo Giménez, sevillano de nacimiento y gaditano de corazón. Con su obra maestra, La Tempranica, integra la lírica más tradicional con los ritmos andaluces y la inclusión de elementos gitanos, todo tejido por una maravillosa orquestación, que siempre fue el elemento diferenciador del Maestro Giménez. La romanza de María, La Tempranica, “Sierras de Granada” es el número musical de mayor calidad, y, aunque no ha alcanzado la fama del zapateado “La tarántula é un bicho mu malo”, que también se inscribe en esta zarzuela, sí permite al compositor explayarse mejor en su faceta melódica y armónica, siempre con referencias musicales al origen de la protagonista. María, gitana de nacimiento, canta su amor imposible por Don Luis, señorito andaluz.


Pan y Toros- Seguidillas Manchegas (Barbieri)

Este ancestral baile manchego, que se remonta al siglo XV, lo utiliza Francisco Asenjo Barbieri en su zarzuela Pan y Toros como número coral desenfadado y vivo: “Aunque soy de La Mancha no mancho a naide”. Con este buceo en el folklore más enraizado, y su elevación a los escenarios líricos, Barbieri marcó un camino a compositores más jóvenes, como Chueca, para nutrirse de lo tradicional sin complejos, iniciando un camino de nacionalismo musical español, y situando a Pan y Toros como una de las piezas clave dentro de la historia de la Lírica nacional.


El Dúo de La Africana- Coro de las Murmuraciones (Fernández Caballero)

Manuel Fernández Caballero es quizás el autor con mayor sentido cómico musical de la zarzuela. Sus creaciones explotan el humor con una facilidad que las hace parecer simples y, sin embargo, son de una complejidad extrema, acercando a este autor a grandes genios europeos en géneros similares, como Johann Strauss dentro de la opereta vienesa. Estas “Murmuraciones” son un ejemplo fantástico para ver este aspecto de Caballero, con el coro intercambiando chismes dentro de una compañía de ópera donde el tenor trata de seducir a la tiple, que a su vez es esposa del dueño. Susurros, risas, secretos compartidos… ambiente de divertido misterio en un número que es de los más recordados de El Dúo de la Africana.


El Rey que Rabió- Coro de doctores (Chapí)

Hilarante coro para una situación igualmente surrealista. El Rey se ha escapado y, durante su periplo, ha sido mordido por un perro del que se sospecha que puede estar hidrófobo, es decir, que puede haber contraído la rabia. El equipo de doctores de Su Majestad se dedica a hacer las pruebas de rigor, y entre experimentos con el pobre animalito, sesudas citas de Hipócrates y retahílas pseudocientíficas en latín el tiempo pasa y nunca se llega a ninguna solución: “Y de esta opinión/ nadie nos sacará. / El pero está rabioso…/ o no lo está”.


La Gran Vía- Chotis del Eliseo (Chueca y Valverde)

El género chico había nacido por motivos económicos, con zarzuelas de menor duración que permitían al empresario realizar más representaciones al día y aumentar beneficios. Sin embargo, pronto se convertiría en germen para el desenfado y la imaginación desbordante que no permite la llamada zarzuela grande. Este caldo de cultivo fue el ideal cuando Federico Chueca decidió retratar el Madrid de su época con La Gran Vía: por ella desfilan calles, plazas, edificios y estereotipos varios que cobran vida por la magia de la música. Llena de momentos memorables, en este número repasa con precisión y fina ironía los estratos sociales a través de algo tan castizo como el chotis, que el compositor pone en boca del Eliseo, conocido salón de baile de la época.


Los Sobrinos del Capitán Grant- Coro de Fumadoras y Zamacueca (Fernández Caballero)

En su espectacular aventura en busca del Capitán Grant y su tesoro, los españoles liderados por el Subteniente Retirado Marcial Mochila llegan a Chile en día de fiesta, y allí son testigos de este despliegue de colorido musical, primeramente a través de una habanera para mujeres (en una apología del tabaco hoy inconcebible y, desde luego políticamente incorrecta y pícara) y más tarde en la rítmica zamacueca tradicional chilena. Curiosamente, es en la zamacueca donde Manuel Fernández Caballero introduce un instrumento por aquel entonces casi desconocido para la época: el güiro (rascador de América del Sur), que no volverá a aparecer en el teatro lírico español hasta comienzos del siglo XX con El Bateo de Chueca (1901), y que no volvemos a encontrar en la música instrumental occidental hasta La Consagración de la Primavera de Stravinsky (1911-1913).


Doña Francisquita- Coro de Románticos (Vives)

Una de las páginas más bellas del repertorio zarzuelístico para coro, una auténtica obra maestra que aúna la oscuridad y misterio de la noche en la que se desarrolla la escena con la belleza de la melodía y la armonía al servicio de la exaltación del amor. Este Coro de Románticos (todo un desafío para una formación por su gran dificultad) es una pieza llena de inspiración de Amadeo Vives basada en el diálogo entre hombres y mujeres, alternados durante el flirteo, y que poco a poco se van acercando en busca del clímax musical, para terminar cantando juntos proclamando sus sentimientos.


La Bruja- Romance Morisco (Chapí)

Se ha llegado a hablar de Ruperto Chapí como “el Wagner español”, aunque quizá sea un error comparar dos personalidades tan dispares en géneros y ambientes que no tienen nada en común. Sin embargo este Romance Morisco y, en general, toda La Bruja constituyen un pilar de la zarzuela grande. A través de un cuento narrado por una soprano y escuchado con reverencia y emoción por el coro que lo comenta, Chapí construye una canción estrófica con variaciones. La música, extremadamente compleja, acompaña a la historia, y se acelera en las persecuciones, se exalta con la acción o se maravilla y se vuelve mágica con los milagros de la Virgen que llevan a buen puerto esta historia de amor entre un cristiano y una mora.


La del Soto del Parral- Ronda de enamorados (Soutullo y Vert)

En el curso 1923- 1924 en el Conservatorio de Madrid, se conocen Reveriano Soutullo y Juan Vert, fundiendo ambos su obra, en unas páginas de la más alta inspiración melódica. Esta colaboración consiguió zarzuelas que alcanzaron grandes éxitos en la breve carrera de este malogrado tándem: La leyenda del beso (1924), Encarna, la Misterio (1925), La del Soto del Parral (1927), y El último romántico (1928). La prematura muerte de Vert en Madrid el año 1931 dejó a Soutullo sin colaborador, y pocos meses después fallecía también él, en un accidente automovilístico, en Madrid, el 29 de Octubre de 1932. En La del Soto del Parral demuestran ambos su extraordinaria capacidad para el drama más cercano al verismo italiano, que, sin embargo, tiene momentos de relajación como esta entrañable Ronda, exaltación de la vida en pareja y el matrimonio.


Luisa Fernanda- Mazurca de las Sombrillas (Moreno Torroba)

Una página redonda para una zarzuela redonda. Luisa Fernanda es la Zarzuela con mayúsculas, llena de momentos memorables. Se trata de un número para coro y dos solistas muy elegante, basado en el ritmo de mazurca, una danza polaca que en el siglo XIX se hizo muy popular en los salones de baile por toda Europa. Mozas pícaras y seductores hombres (o “Pollos”, como manda la partitura), se dedican mensajes de cortejo mientras la pareja protagonista se pasea entre ellos “a la sombra de una sombrilla de encaje y seda” viendo florecer el amor entre “madrigales a media voz”.


Las Leandras- “Los Nardos” (Alonso)

Los géneros musicales no son compartimentos estancos donde clasificar cada composición, y uno de los mayores ejemplos son Las Leandras del Maestro Alonso. Fue estrenada en 1931 por la fulgurante Celia Gámez, gran estrella de la canción del momento, que elevó a la categoría de mito dos números de esta obra: ‘Los Nardos’ que escucharemos a continuación, y, además, un chotis que también se incluía en Las Leandras: ‘El Pichi’. Pero… ¿es una zarzuela? ¿Es una revista? ¿Es un vodevil? Es todo esto, y, a la vez, no es nada. Su autor la denominó “pasatiempo cómico- lírico”. En el fondo ¿es eso importante?


La Bruja- Jota (Chapí)

“No extrañéis, no, que se escapen/ suspiros de mi garganta./ La jota es alegre o triste/ según está quien la canta”, comienza esta pieza. ¿Quién dijo que una jota no puede ser triste? Chapí, de nuevo en La Bruja, destierra esta creencia, y en su partida hacia la guerra, el tenor entona una jota con dos partes claramente diferenciadas: una triste, en tono menor, para su solo, y una alegre, en tono mayor, con las intervenciones del coro. Inevitable referencia a la tierra navarra que acoge la acción de esta zarzuela con aires de ópera, y que los grandes tenores de nuestro país (Lázaro, Fleta, Kraus…) han paseado brillantemente por escenarios de todo el mundo, ya que exige una gran potencia de voz, pero también una poderosa y conmovedora interpretación que haga participar al público de la desazón del protagonista.


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