18/12/2010
“La palabra ‘tradición’ no siempre es buena”
El debut en la Ópera de Oviedo del joven director madrileño José Miguel Pérez Sierra no ha podido ser más afortunado. Una producción de ‘L’elisir d’amore’ que ha cosechado críticas favorables unánimemente, tanto por su calidad escénica como por su calidad musical. Entre funciones, nos recibe en su camerino para analizar la ópera de Donizetti y la producción que en Oviedo firma Daniel Slater. Un espectáculo que todavía se prolongará hoy y mañana, y que ha conseguido remontar una temporada operística ‘oscura’, tanto por sus producciones como por los títulos hasta ahora representados.
Enhorabuena por el éxito. ¿Se esperaba esa reacción del público en el estreno?
Siempre me comentan que el público de los estrenos en Oviedo es muy frío y complicado. Siempre que he dirigido aquí han reaccionado muy bien, y he salido muy contento. Creo que el público de Oviedo es exigente más que frío, sabe pasárselo bien y disfrutar si el espectáculo tiene calidad.
¿Por qué se sigue tildando a Donizetti de superficial por una parte del público?
Hay la tendencia a pensar que Bellini y Donizetti son compositores ‘fáciles’ o ‘menores’. No tanto Rossini, que ha sido dignificado por los trabajos del maestro Zedda. Realmente son compositores de una inteligencia teatral poco habitual. Además, Donizetti posee unos cimientos musicales muy sólidos que le permitieron componer esta ópera en un tiempo récord. Lo que necesita es una visión intelectual de sus partituras.
¿En qué consiste esa ‘visión intelectual’?
En huir del mero acompañamiento a los cantantes, ir más allá, pero, sobre todo, volver a la partitura original. La palabra ‘tradición’ no siempre es buena: existen detalles que nos han dejado cantantes del pasado, como adornos, cadencias o fraseos, que Donizetti no escribió, pero que, sin embargo, se han aceptado como suyos, porque así lo interpretaban grandes figuras como Callas o Sutherland. Hemos tratado de crear nuestra propia tradición partiendo del Donizetti puro.
En esta producción trabaja con dos repartos ¿existen diferencias por su parte a la hora de enfrentar la partitura?
Este tipo de repertorio se llama ‘bel canto’, no ‘bel direttore’ ni ‘bella orchestra’. Está enfocado por y para el cantante; la teatralidad de la voz y la vocalidad del teatro son todo uno. En ese sentido, dentro de que tengo unas ideas muy claras del ‘Elisir’ que quiero, sí que me acoplo a la vocalidad diferente de cada reparto. Respetar al cantante es respetar a Donizetti.
¿Sigue primado la música en una producción bufa de este tipo, o se hacen más concesiones al histrionismo, el grito y la actuación?
La música siempre debe primar. Lo cómico y lo bufo está ya en el libreto, siempre trato de no exagerar excesivamente, aunque dejo algo de libertad. Si me plantean al personaje de Dulcamara, que quizá sea el que más se presta a ello, como un histriónico vendedor ambulante no lo impido categóricamente, aunque creo que añadir excesiva comicidad a lo que de por sí es cómico le hace perder efectividad. Sir Laurence Olivier decía que para hacer comedia y que el público ría en el teatro nosotros debemos ser muy serios.
¿La visión escénica de Daniel Slater ayuda?
En el caso de Dulcamara sí. Slater lo plantea como un mago más que un vendedor -no en vano aparece con guantes blancos- y el Dulcamara que vemos en Oviedo está más refinado, es más sutil de lo que estamos acostumbrados a ver y escuchar en grabaciones. Sería más un prestidigitador.
¿El trabajo con el director de escena en este tipo de producciones es más importante que en una ópera de tinte más dramático?
Es importante porque la escena es compleja. Hay infinidad de gags, detalles y cosas que hacer para todos: cantantes y orquesta. Eso hace que dirigirlos sea mucho más complicado. Aún así, soy el primero que cree en el teatro moderno, y que aborrece que un coro mire al director directamente a los ojos. Lo prefiero así, aún a riesgo de posibles problemas para todos, porque para un director es mucho más sencillo decir “quiero que aquí me estén mirando y que aquí nadie se mueva porque es un momento difícil de cuadrar”.
¿Esto le pone al servicio de la escena?
No, porque lo que prima es la música. El ‘Elisir d’amore’ que quiere ver el público es el de Donizetti, no el de Slater o el de Pérez Sierra. Pero sí trato de colaborar en todo lo posible con la parte teatral. El componente visual de la ópera es muy importante, y es mucho más hermoso de esta manera que con algo estático.
Con esas dificultades el coro ha ‘cumplido’…
Y con creces. Para un coro, como mejor se canta es de frente, parado y mirando al director, y en esta producción estaban muy separados, en movimiento y casi al fondo del escenario. Cuando se trabaja con una formación semiprofesional de este tipo se espera un resultado menor, sin embargo es un coro que a nivel vocal y sonoro hacen un trabajo estupendo. Ha sido una gratísima sorpresa, porque nunca antes los había dirigido y hay que felicitar tanto a Patxi, su director, como a Lola, su preparadora vocal.
Usted conoce bien a la orquesta, porque ha dirigido muchas veces la Oviedo Filarmonía. ¿Ha visto evolución en ellos?
La orquesta está en constante crecimiento. La he dirigido más de veinte veces en el foso del Campoamor, más un concierto sinfónico desde 2007, y cada vez que vuelvo me encuentro a un grupo mejor, más compacto y atento para acompañar cantantes. Realmente es una orquesta de foso excelente, de las mejores de España en este momento.
Usted ya había dirigido zarzuela en Oviedo y es la primera vez que dirige ópera en el Campoamor. ¿Existen diferencias entre géneros?
La diferencia que no debe haber es la manera de abordarlo. Se debe enfrentar cualquier partitura con la misma seriedad, tratando de sacar lo mejor de la música en cada momento.
¿Y en qué categoría se encuentra cada una?
Según qué obra y según qué música. Evidentemente ‘L’elisir d’amore’ es una de las cumbres del repertorio italiano, no por casualidad lleva interpretándose casi 200 años y seguirá. Hay pocas zarzuelas que se puedan comparar en calidad a esta creación de Donizetti, al igual que hay pocas óperas que igualen el nivel de ‘Doña Francisquita’ de Vives o de ‘La bruja’ de Chapí. Hay más ópera que zarzuela en una primera categoría, pero las zarzuelas que están ahí son insuperables.
¿Y en qué repertorio se siente usted más cómodo?
Me siento cómodo en casi todo el repertorio, pero sobre todo lo que se inscribe en el siglo XIX hasta mediados del siglo XX. No he hecho barroco -no sé si me llegará la oportunidad- y sí que me prodigo en la música contemporánea, tengo dirigidos varios estrenos mundiales.
Pero debutar en Pesaro marca una carrera…
Claro, debutar en Pesaro en el festival Rossini ha conducido mi carrera hacia el repertorio que actualmente más dirijo: Rossini, Bellini, Donizetti, aunque trato de diversificar: en octubre debutaré ‘Tosca’ en Tenerife, en 2012 tengo un proyecto para dirigir ‘Elektra’… soy bastante ecléctico.
Usted aboga por alentar la nueva composición…
No podemos quedarnos con el museo en el que vivimos. Probablemente no encontremos otro Beethoven u otro Mahler, pero debemos seguir buscando nuevas obras que nutran el repertorio.
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